Blog sobre la historia y la evolución de las tradiciones valencianas

domingo, 28 de junio de 2015

El costumbrismo valenciano y la indumentaria


 
El costumbrismo valenciano y la indumentaria

El costumbrismo es una tendencia artística que intenta reflejar las costumbres y los usos del pueblo. En Valencia existen muchos exponentes afines al movimiento pictórico costumbrista con matices estilísticos diferentes. Ejemplo son los maestros: Bernardo Ferrandis Badenes (1835-1885), Joaquín Agrasot (1836-1919),  José Benliure Gil (1855-1937), Joaquín Sorolla y Bastida (1863-1923), Juan Zapater Rodríguez (1867-1922), José Mongrell Torrent (1870-1937), Antonio Fillol Granell (1870-1930), José Benliure Ortiz (1884-1916), José Segrelles Albert (1885-1969), Salvador Pallás Martínez (1888-1960), entre otros…
El concepto abarca tanto pintura, como escultura, relatos, novelas o incluso el folklore; presente a lo largo de la historia. Si bien, es a partir del estallido del romanticismo, finales del siglo XVIII y primer cuarto del XIX, cuando la burguesía siente añoranza los orígenes perdidos a consecuencia de la Revolución Industrial y la migración campesina desde los pueblos a las ciudades. Por lo que intenta recuperar las tradiciones de sus antepasados. A diferencia del realismo, no analiza, sino que refleja lo que ve.
En el caso que nos ocupa: la pintura y la indumentaria; los artistas reflejaron en su obra, y, a lo largo de sus vidas, exactamente, aquello que habían visto. Bien por convivir en la época recreada o por recordarla de sus mayores e incluso por tener guardado el vestuario de los mismos. Es bien sabido que, José Benlliure Gil, en la que hoy es el Museo-Casa Benlliure, donde tenía su estudio, guardaba ropa de sus antepasados y era proclive a llamar a modelos para vestirlos con esos ropajes y posar en sus lienzos. Por suerte, todavía podemos ver estas magníficas piezas en su museo. Ello no quiere decir que inventara algo sobre el vestuario antiguo, simplemente rehacía una escena con la indumentaria que atesoraba en arcones antiquísimos. A posteriori, los artistas que siguieron dentro de esta corriente, o bien arreglaron sus obras partiendo de otras más antiguas o hicieron lo mismo que el maestro Benlliure. Es algo natural que la humanidad lleva haciendo desde su nacimiento. Por este motivo, debemos preservar nuestra historia. Es a partir del último cuarto del XIX, cuando la producción costumbrista valenciana, aumenta.
Gracias a estos y a otros muchos autores (en los distintos campos del arte y la ciencia), hoy, podemos hacernos una idea de cómo era el pasado. A continuación, os dejo una muestra de lienzos de los pintores mencionados, para que comprobéis que la indumentaria actual no se ha inventado, sino que es la proyección de un estilo anterior que ha evoluciona a lo largo del tiempo, a partir de una base arcaica histórica.

Los recién casados y El rosario de les xicones (fechado en 1867) de Bernardo Ferrandis Badenes (1835-1885)
Dos óleos magníficos del maestro valenciano en los que se aprecian distintos atavíos de la época con todo lujo de detalles, tanto para hombres como para mujeres. Lo mismo sucede con los complementos. En ambos retratos se aprecia la indumentaria de la época utilizada en las ceremonias religiosas. B. Ferrandis, está considerado junto con Sorolla y Degrain, uno de los pintores valencianos más importantes de su época.


 
Fiesta valenciana de Joaquín Agrasot (1836-1919)

La escena forma parte de la colección de Costumbres valencianas que el retratista creó entre 1880-1890. En ella aparecen varios personajes en un día de fiesta con distintos atavíos y complementos. Uno de los labradores lleva capa; del mismo modo, el joven de la silla, utiliza chaleco sobre camisa. La técnica de J. Agrasot, muestra un dibujo cuidado de rica tonalidad. Le agrada captar expresiones de los personajes y seguir una línea costumbrista de la huerta valenciana.

 
 
La tertuliaLabrador valenciano de José Benlliure Gil (1855-1937)
Ambas obras muestran distintos trajes valencianos masculinos. El pintor nació en el seno de una familia artística y cultivó el estilo costumbrista.  Su obra, sin lugar a dudas, se acerca a las costumbres de la gente y a su indumentaria. Gracias a su legado, podemos comprender matices del pasado de nuestro pueblo.
 

 

 
 
Siesta interrumpida de José Mongrell Torrent (1870-1937)
Es uno de los artistas valencianos más destacados, discípulo de Ignacio Pinazo y Joaquín Sorrolla, heredó de los mismos su estilo luminoso y su interés por las escenas costumbristas valencianas reflejadas en muchas de sus obras. En la escena, dos jóvenes ataviadas con hermosos trajes de valencianas y  complementos. Peinadas con tres topos, despiertan a un chico que descansa sobre una  manta de colores fuertes. Y que viste con saragüell por debajo de la rodilla o calzón interior, calcetín de color, camisa y pañuelo en la cabeza; parece que lleva ropa de trabajo.
 
Salida de misa de Roquefort de José Benliure Ortiz (fechado un año antes de su temprana muerte, 1884-1916)
 
En el óleo apreciamos a un grupo de personas, mayormente mujeres, saliendo de la iglesia. Todos ataviados como corresponde a un evento religioso de la época, con las cabezas tapadas por mantos negros. Además, se aprecia un cierto lujo que hace suponer, por el bebé con faldón de cristianar situado en primera plana, que podría tratarse de un bautizo; donde los invitados lucen sus mejores galas. La dama del abanico, lleva una falda con randa de estilo guardapiés.
 
 
 
Para finalizar, tres hermosos lienzos de nuestro prolífero artista: Joaquín Sorolla y Bastida Los guitarristas (1889), María vestida de labradora valenciana (1905) y Labradora valenciana (1920) de Joaquín Sorolla (1863-1923).
Los tres pertenecen a la colección de Costumbres valencianas del maestro. Aunque mantiene su estilo realista, en su última etapa estuvo influenciado por José Benlliure Gil, y pintó diversos lienzos costumbristas valencianos.
Los guitarristas (1889) de Joaquín Sorolla y Bastida. La bella escena muestra a cinco valencianos; los jóvenes con guitarras y ataviados con calzones, camisas; uno con chupetí y el otro con chupa. Asimismo, portan pañuelos de cabeza, fajas, polainas y espardeñes de esparto o cáñamo. Ellas con hermosas faldas de un vuelo y largo similar al actual, mandiles, mocador de coll bordados y/o en colores, jubones de manga larga o corta y peinados con tres moños; raya al medio.


El retrato de, María vestida de labradora valenciana (1905), hija del pintor Joaquín Sorolla y Bastida, muestra los colores del mediterráneo de manera esplendorosa. El traje de la joven, es un claro exponente de las similitudes con la indumentaria que lucen algunas valencianas vestidas de labradoras en las fiestas en honor a S. José. Como ella, con falda, justillo y camisa de manga afarolada. Peinada con tres topos.
 
Labradora valenciana (1920) de Joaquín Sorolla y Bastida, es un precioso cuadro dedicado a la esposa del magnate americano Thomas F. Ryan. Presumiblemente, la modelo es su segunda esposa, pero nunca se ha sabido a ciencia cierta. La mujer dibujada luce un magnífico traje de fiesta típico de las labradoras valencianas con las pinceladas rápidas y sueltas de su técnica. Peinada un solo moño.
 
 
Espero que os haya gustado. Abrazos para todos. Nos vemos en unas semanas,
Marian
P. D. ¡Feliz verano! Espaciaremos las entradas durante el verano y, hacia el otoño, publicaré la segunda parte del Uniformismo.
©Marian Genovés
Bibliografía
·         Vida y costumbres en la Historia, Jean-Paul Bertaud.
·         Historia del Arte del siglo XVIII al XX, Bloque Especializado Compilador: L. D. G. Mónica González Mothelet.
·         La evolución de la indumentaria valenciana desde finales del siglo XVIII hasta nuestros días –segunda parte. Llibret de la Falla del Mocador de Sagunto, 2009, Marian Genovés.
·         Pintores alicantinos, Caja de Ahorros del Mediterráneo.
·         Wikipedia.
·         Imágenes tomadas de la red.
·         Redacción, Anna Genovés.
 
 
 
 
 

 
 
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domingo, 21 de junio de 2015

La faixa del xiquet


La faixa del xiquet 



Buenas tardes, amigos:

Estoy muy ilusionada con este proyecto de la blogosfera, donde hablo de esa indumentaria valenciana que tanto me apasiona.

A los pocos días de hablar del torrentí, llegó a mis manos esta magnífica fotografía de mediados de los 50, con una historia muy especial que he corroborado con diferentes fotógrafos de prestigio.

En aquellos tiempos, no todos los ciudadanos podían hacerles trajes de valencianos a sus hijos; la economía no lo permitía. Sin embargo,  los estudios fotográficos, tenían a disposición de sus clientes: una peluquera y una costurera. Amén de varios trajes con los que engalanarlos para la ocasión.

Como es lógico, los retratos que incluían estos servicios, tenían un costo más elevado. Pero, ¿qué padres no trabajan hasta la extenuación para vestir a sus hijos en las Fallas? Y, ¡he aquí, el espléndido resultado!




Mª Amparo luce un traje de seda bordada muy primoroso. Tanto la largaria de la falda como el vuelo, son acertados. Lo mismo sucede con el peinado de raya al medio y ondas. Los topos son de un tamaño correcto y sin sobresalir en exceso; igual que la peineta. La nota de la época, la marca la lazada trasera estilo mariposa, sujeta en la espalda por alfileres, preferiblemente de cabeza blanca. No le falta ningún detalle: hasta lleva abanico. Es decir, va muy bien vestida; similar a los trajes que usan las FMV el día de su exaltación:


Ignacio va vestido con un hermoso torrentí  en raso verde, cuya chupa recuerda a la que posteriormente se utilizó durante la etapa del uniformismo. Algo similar sucede con el ancho de la faja. Además, porta barret, calcetines y espardeñes; bien atadas a la pantorrilla para que no se caiga la cinta. Como nota destacada, señalaremos la estampación floral de la faixa. Es obvio, que las faixas, en muchas ocasiones, eran mocadors o incluso trozos de tela, utilizados para tales menesteres. Algo que hemos visto a lo largo de la historia, gracias a los lienzos costumbristas valencianos. Por ejemplo, en El Mercado de la Lonja de la Seda de Valencia, que el pintor Bernardo Ferrándiz Badenes realizó en 1875. En un primer plano, aparece un valenciano reposando con faixa estampada afín a la de Ignacio: 
Como dato anecdótico en la pareja de valencianitos, subrayaremos que se aprecia que el dobladillo de la falda está arreglado para la altura de la niña. Algo similar, sucede con las mangas del niño (más anchas de lo habitual). Por  lo demás, fetén.

En la actualidad, las faixas de caballeros y niños, son lisas, rayadas y, ¿cómo no? Floreadas. Hay que tener en cuenta, que la documentación histórica a cerca de la indumentaria valenciana dieciochesca, es exigua.  Nuestros eruditos, comenzaron a  tratarla e incluso a investigar sobre ella, mayormente, pasados los 80:

No obstante, no debemos creer que solo vestían bien los acaudalados y los trabajadores que alquilaban por unas horas los atavíos para posados fotográficos. Os dejo algunas imágenes en las que, igualmente, los trajes son extraordinarios. Algo muy diferente sucedió en las décadas posteriores, donde se impuso la moda internacional sobre la tradicional y surgieron esos acoples minifalderos de los que ya hemos hablado y seguiremos haciéndolo. Os diré por experiencia propia, que la documentación histórica es escasa. Si bien, los grupos de baile, por lo general, han seguido la tradición.




Las estampas siguientes, muestran a una mamá que encargó para su hija, unas manteletas idénticas a las suyas:



Para curiosos como yo, diré que existe una cita de Fray Luis de León (siglo XVI), donde nombra como prenda imprescindible en la indumentaria española, una banda de más de dos metros de larga y anchura entre 25 – 35 centímetros de lana, algodón o seda, que se ajustan los hombres al torso. Calderón de la Barca (siglo XVII), cita textualmente: “Els homes con jo, s’han de cenyir amb la faixa”. A partir del siglo XVIII, se nombra la faixa como complemento del vestuario masculino valenciano. Detallándose que podía confeccionarse en telares especiales o en casa; para el trabajo solían ser de algodón en un solo color: negras, rojas, azules... Mientras que para mudar, se empleaban lanas finas o sedas estampadas formando espigas, rayas, pequeños rombos, flores...


Copia entrañable de mediados de los 50, donde dos falleras vestidas de valencianas, bailan. Todos los trajes femeninos de esta entrada son hermosos e incluso análogos al que llevaba Amparín, la protagonista de El Palleter.



Un abrazo muy fuete. Y, ¡hasta la próxima!

Marian

©Marian Genovés

Fuentes: La evolución de la indumentaria valenciana desde finales del siglo XVIII hasta nuestros días – primera parte. Llibret de la Falla del Mocador de Sagunto, 2008. Por Marian Genovés.

Las imágenes que aparecen, están cedidas de colecciones particulares, de nuestras amigas Mª Amparo Caña y Amparo Vilar.  Junto a otras tomadas de la red.

Redacción, Anna Genovés
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sábado, 13 de junio de 2015

Los cancanes de Elenita

 
 
Los cancanes de Elenita

Hoy, voy a comentar una anécdota que me sucedió cuando era pequeña con esa prenda que, por suerte, actualmente, solo llevamos al vestirnos de valencianas en las fiestas de San José: los cancanes. ¡Lo que tuvieron que sufrir nuestras antepasadas con tantas prendas encima! Aquí os muestro una de tantas…
 
 
Antaño, las mujeres llevaban los interiores con numerosas prendas; lo llamaban estilo cebolla: una capa sobre otra… A partir de la Revolución francesa y durante el siglo XVIII, las aristócratas utilizaron polizón y enaguas de un lino que comúnmente llamaban lienzo de botiga ya que se compraba en las tiendas por metros; era un tejido más fino y flexible que el usado por el pueblo; además, redondeaban los cancanes por medio de aros como apreciamos en este antiquísimo grabado:
 
 
Mientras que el pueblo tejía su propio lino en los telares familiares (nuestras amadas barracas). Os dejo una reproducción en miniatura de uno de los que se siguen utilizando en Morella para confeccionar las típicas mantas morellanas:
 

Este lienzo doméstico se llamaba lino casero; más rudo y grueso que el anterior, y servía tanto para cancanes como para camisas de hombre, camisolas… Como a continuación os enseño:
 
 
Durante mi niñez y juventud, utilizábamos cancanes súper almidonados. Recuerdo como si fuera ayer, la planta baja de la planchadora del barrio: se llamaba Elenita. El suelo era de cemento y cuando entrabas te impregnabas de una fragancia fuerte y muy peculiar: olía a tintorería. En un lado, tenía varias tablas de planchar. En el otro, numerosas palanganas; enormes y de aluminio. Sobresalían unos palos de madera que usaba para mover las prendas, y estaban llenas de un líquido blanquecino: almidón rebajado por agua. Las enaguas estaban a remojo: almidonándose. En medio, había un mostrador con cancanes, escrupulosamente plegados. Al fondo, unas cuerdas con las enaguas tendidas como si fuera la colada esperando secarse para ser recogida.
 
Cuando Elenita repartía los cancanes por el barrio, las niñas gritábamos emocionadas: “¡Ya viene Elenita! ¡Ya viene Elenita! Y dentro de poco, las Fallas”. Sí. Elenita era la pregonera de las fiestas Josefinas. Llevaba fardos de enaguas resguardadas con esos pañuelos antiguos de cuadros marrones y dimensiones estratosféricas. Similares a los de esta fotografía:
 
Las sayas eran de un blanco inmaculado que resplandecía y cuando las tocabas, crujían. Te ibas a tu comisión fallera y el mero hecho de acercarte a una amiguita, traía consigo una canción inconfundible: “crg, crack, crok…”. Nos hacía reír. Nada mejor que unos retratos para que veáis el porqué de nuestras risas:
 
Además, con eso de la minifalda y los cancanes súper almidonados, huequísimos, en más de una ocasión, alguna fallera se ha llevado un disgustillo. Se sentaba frente al público y la falda se le levantaba, le tapaba la cara y dejaba a la intemperie las enaguas. Quizás por eso las mamás se preocupaban de que todas lleváramos los refajos hermosos y virginales: por lo menos, se veía ese interior pulcro con alma de valenciana genuina.
 
 
No obstante, no podemos limitar los cancanes ahuecados a las décadas de los 60 y 70. En el óleo Costumbres valencianas que José Mongrell Torrent pintó en 1907, el vuelo de las faldas, indica que las enaguas también debían ir almidonadas…
 
 
Hasta la próxima, espero que os haya gustado... Las anécdotas escriben el lienzo de nuestra historia.
 
Un abrazo, Marian 
 
©Marian Genovés
13 de junio de 2015
Imágenes cedidas de colecciones privadas o  tomadas de la red.
Redacción, Anna Genovés

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sábado, 6 de junio de 2015

Delantales largos y cortos: los 'tapafigues'





Delantales largos y cortos: los 'tapafigues'
 
Buenas tardes, queridos amigos. En esta ocasión, hablaré de los delantales, haciendo hincapié en los tapafigues. Muchos de vosotros, sabréis a qué me refiero por el mero hecho de hablar nuestra lengua y saber que la palabra está compuesta por dos vocablos; de un lado: tapa. Y de otro: figues. Conocemos de sobra el significado de ambos. Un tapafigues es un delantal corto. En general, el mandil es una pieza que ha sufrido numerosos cambios a lo largo de su historia. En el vestuario valenciano, ha sucedido lo mismo. Algo que apreciamos en las imágenes contiguas, que, aunque modernas, muestran  diversos mandiles, dependiendo del traje utilizado. Su acompañante, exhibe la vestimenta apropiada para escoltarla; revelando la riqueza de los trajes masculinos valencianos.
 



 
La primera vez que escuché el nombre de tapafigues por un entendido en la materia, fue en la Casa de Oficios, diseño y moda. Enrique Martí i Mora; un hombre que dedicó su vida a la recuperación del  patrimonio valenciano, daba una conferencia. Y, abiertamente, lo mencionó. Sobre sus orígenes hay varias historias. La más castiza, cuenta que los tapafigues lo utilizaban las mujeres casadas para advertir que sus partes púdicas estaban ocupadas. Si esto es cierto, las solteras no debían utilizarlo. Es por ello, que su largaría llegaba justo a la parte alta de los muslos. ¿Y por qué no? La fotografía siguiente data de 1870 y, la valenciana, porta tapafigues. Como vemos, en la misma fecha, también se usaban delantales largos.
 
Esta mítica fábula, no impide la función básica del mandil como pieza para el resguardo de la ropa de calle mientras se trabaja. Lo hacemos ahora, y, digo yo, que lo harían antes. Si tenemos en cuenta esta función, podríamos pensar que cuando nos vestimos de aristócratas valencianos, no necesitamos llevar delantal, puesto que ellos no trabajaban. Pero, la historia es un ir y venir de repeticiones. Los campesinos copiaban la ropa de los señores, también sucedía a la inversa. Así pues, muchas señoras llevaron mandil por el gusto de hacerlo: como adorno. Con el tiempo, el pueblo hizo lo mismo; de lo contrario, nos limitaríamos a llevar delantales sin ornamentos. Estas instantáneas muestran a una señorita ataviada con un precioso traje aristocrático de corte afrancesado, junto a un bello traje de indiana: ambas con cernedero.

 
 
Así pues, los mandiles que se han utilizado en los trajes de valenciana, han sido cortos y largos, de tul, batista u organzas, entre otros tejidos... Con adornados o bordados de lentejuelas y/o hilo de oro, formando dibujos múltiples. A veces, rematados con puntillas que ennoblecen la silueta de la prenda. En lo últimos años, se emplean grandes con tejidos de organdís o linos de finísima textura, complementados con adornos en realce o recorte que forman opulentas filigranas.  Algunas diferencias acusadas…
 
 
 
 
 
 
 
Al margen de las anécdotas contadas, desde mi humilde punto de vista, a lo largo del tiempo, los delantales utilizados en los trajes de valenciana, han evolucionado con la moda. No obstante, no es difícil ver a una valenciana luciendo los trajes de las fiestas falleras con falda larga y tapafigues. Lo vemos en esta instantánea, donde coexisten algo más que delantales de distinta largaria. Podría tratarse de trajes heredados o conjuntados con prendas de diversas personas por falta de solvencia económica. Pero, también puede significar la convivencia de ambos estilos.
 
Lo que es indiscutible, es que los tapafigues, proliferaron en la década de los 60; consecuencia directa de la moda internacional: la minifalda. Las faldas de valenciana, se acortaron tanto que no se podían llevar mandiles largos. Eran pequeños y, por lo general, bordados con lentejuelas. Os dejo una muestra bastante amplia de los mismos a lo largo de las décadas. El cómo o el por qué de su existencia lo dejamos en el aire, para que cada uno, imagine su propia historia… Desde luego, a partir de los 80, los delantales adquirieron un tamaño considerable; dejando los tapafigues guardados en el baúl de los recuerdos.
 



 
Un abrazo muy fuete y feliz fin de semana. Hasta la próxima,
 
Marian
 
©Marian Genovés Badenes
 
Fuentes: La evolución de la indumentaria valenciana desde finales del siglo XVIII hasta  nuestros días – segunda parte. Llibret de la Falla del Mocador de Sagunto, 2009. Por Marian Genovés,
Las imágenes están cedidas de colecciones particulares,  en esta ocasión, mayoritariamente, de nuestra querida amiga Amparo Vilar. Junto a otras tomadas de la red,
Redacción, Anna Genovés.
 
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