Detrás del escaparate
Buenas tardes,
queridos amigos y lectores. En esta ocasión, me acerco a vosotros para
compartir una entrada que habla de las personas que están detrás de los escaparates.
Esas que posibilitan un acabado perfecto en las prendas. ¡Chapó por ellas!
Como ya mencionamos en la publicación anterior, la renovación de la indumentaria valenciana dieciochesca, surgió a finales de los 80 y ha ido afianzándose, poco a poco, hasta llegar a la actualidad. Por suerte, hoy en día, casi todos los falleros y falleras tienen un traje inspirado en el siglo XVIII. Recordemos que esta moda la trajeron los borbones de la mano de Felipe V, pero, en un principio, no tuvo demasiada aceptación. Ahora, ha sucedido al contrario: todos deseábamos vestirnos con las galas de nuestros mayores. Desde luego, los tiempos han cambiado muchísimo; hace años era casi imposible localizar documentación sobre la misma. Por suerte, hogaño, contamos con innumerables fuentes de información a las que acceder con facilidad, algo que me sorprende día a día.
Cuando me acerco al comercio de mi hija, l’Agulla d’Or, detrás del escaparate y mostradores, veo a las personas que elaboran artesanalmente nuestra indumentaria y sus complementos. Algo que se aprecia en el remate final de todas las piezas. Modelos que iremos desvistiendo en publicaciones venideras.
En
esta composición del escaparate de l'Agulla d'Or, año 2012, vemos, a la izquierda, una reproducción dieciochesca aderezada con un jubón de manga codera, junto a una falda de terciopelo estampado
con realce. El maniquí central lleva una negrilla sobre el saragüell; chupetí
bajo la chupa y complementos. En el otro lado, un precioso jubón de terciopelo labrado en seda del l’Atelier y una
falda con madrás.
Al margen, hay momentos en
la vida en las que conoces a personas de gran valía, que trabajan como lo hacían
nuestras tatarabuelas; amigas que siempre son una caja de sorpresas: saben
hacer ganchillo, bolillos, calcetines con cinco agujas y sin costuras, macramé,
ojales y bolillos a mano, barret, abalorios
antiquísimos (carambas, manillas…); envarado con palmitos o margalló, moldura de ramín, médula, esparto… y otras
laboriosidades casi extinguidas. Os dejo unas muestras esclarecedoras...
Los trajes
de majos o goyescos son un estilo de vestuario representativo de Goya a partir
del último cuarto del s. XVIII que se extendió por toda la península. En este
lienzo del maestro, El Baile de San Antonio de la Florida, 1776-77,
se aprecian los detalles. En la búsqueda incesante de representar
las diferentes clases sociales, el artista nos muestra a las damas vestidas de majas con falda de vuelo
grácil unos centímetros por arriba del tobillo, delantal y farfalar o doble cenefa. Jubones
ceñidos con adornos en los hombros, escote y botonadura, redecilla goyesca con
peinetas laterales y cinta con cholla
en el cuello; calzado de fina punta. Los
hombres ataviados de majos, con calzón ceñido hasta la rodilla, chupetí, casaqueta con filigranas, barret
con múltiples borlas (estilo goyesco), medias y escarpines con hebilla.
Otros accesorios son los
tocados que se usan para cubrir total o parcialmente la cabeza. En los
femeninos se incluyen peinados y adornos de cabello con todos sus elementos;
entre ellos, las cofias o albanegas,
cuyos vestigios se remontan a finales del s. XIV. Si bien, fue en la Revolución
Francesa cuando el pueblo la puso de moda como un elemento campestre para
cubrir la melena. Básicamente, es un tipo de casquete de tela o punto tejido a
mano, con un borde de volantes y una cinta. A partir de la época victoriana, su
uso quedó relegado a servidumbre y enfermeras. De hecho, se siguen utilizando
en diversos uniformes.
Distintos complementos arcaicos que usamos como guías para elaborar prendas fieles a su origen
son, por ejemplo:
Asimismo, siempre aplicamos
técnicas manuales en la preparación de los trajes dieciochescos. A veces, las
imágenes son más útiles que las palabras...
De igual forma, a través de
tiempo se han ido incorporando elementos y habilidades de costura novedosas;
por ejemplo, antiguamente, el hilo de las camisas lo tejían las mujeres a la
fresca de la tarde en las puertas de las barracas. Posteriormente, surgió el lienzo de botiga de tonalidad más clara. El pueblo recogía los capullos
desechados en las fábricas sederas para elaborar las sedas que lucían en evento
especiales. Estas instantáneas, en las que vemos la elaboración y resultados de los capullos de seda, hablan por sí solas...

Una de las prioridades de
l’Agulla d’Or, es respetar los quehaceres y la elaboración de nuestros
antepasados sin perder su esencia; perfeccionada con los conocimientos actuales.
En el s. XVIII se trabajó a mano y en el XIX a máquina. Actualmente, tenemos
métodos adicionales que se acomodan mejor a nuestros cuerpos, respetando
los materiales y diseños del pasado. Fijaos es este hermoso traje, fiel
reproducción dieciochesca, confeccionado a principios del s. XXI en seda:
Amigos: esto es todo por
hoy. Hay tanto de lo que hablar que desconozco hasta dónde llegaremos…
Un abrazote, Marian
©Marian Genovés
Bibliografía
Wikipedia
La
evolución de la indumentaria valenciana desde finales del siglo XVIII
hasta nuestros días – I. Llibret de la
Falla del Mocador de Sagunto, 2008.
La
evolución de la indumentaria valenciana desde finales del siglo XVIII
hasta nuestros días – II. Llibret de la
Falla del Mocador de Sagunto, 2009.
Imágenes de
l’Agulla d’Or
Redacción y
fotomontaje, Anna Genovés