Pintura e indumentaria: Goya y el siglo XVIII
Desde antaño, el arte ha estado ligado a la
indumentaria y sus cambios. De hecho, es una de las fuentes más fiables que
existen. En esta ocasión, hablaré de la pintura; partiendo de la premisa de que
los óleos suelen plasmar los distintos estamentos sociales: pueblo, burguesía y
aristocracia.
En la Comunidad Valenciana, muchos maestros han dejado
constancia de nuestra vestimenta y su evolución. Entre ellos: José Pinazo, Antonio
Gisbert, Tomás Rocafort, Bernardo Ferrándiz Badenes,
Emilio Frejo Abegón, Emilio Frejo Gutierrez, González Alacreu, José Mongrell,
Gonzalo Meseguer, F. Cabrera, G. Puig Roda, Bernardo Ferrándiz Badenes, Joaquín
Agrosot, R. Boluda, Colomer Talamntes, J. A. López Martínez, L. Bent… Y, cómo
no, Joaquín Sorolla y
Francisco de Goya. Intentaremos
hablar de todos, poco a poco.
En
esta entrada, comenzaremos con los lienzos de la primera etapa pictórica del
maestro Don Francisco de Goya y
Lucientes, y su importancia en la moda dieciochesca, tanto a nivel nacional
como valenciano.
Tras La Revolución Francesa, el pueblo
intentó anular los recuerdos de sus antiguos monarcas. Y la indumentaria, jugó
un papel muy importante. El barroquismo arcaico, quedó relegado a un segundo
plano en aquellos hombres deseosos de libertad que optaron por una moda
neoclásica llamada estilo directorio.
Años más tarde, como recordatorio de las túnicas greco-romanas, adquirió el
nombre de estilo imperio. Como vemos
en las siguientes imágenes…
Madame de Verninac por Jacques-Louis David (1799), luciendo un sencillo vestido de estilo directorio.
La Marquesa de Villafranca por Francisco de Goya (1805), ataviada con un vestido
de estilo imperio. En uno de los
laterales vemos que el artista se autoretrató.
Las
mujeres que vistieron el estilo imperio, llevaban
prendas vaporosas de talle alto, combinadas con faldas largas. Mientras que los
hombres, optaron por chaquetillas de diferente largura y pantalones a media
pierna o tobilleros; zapato llano con hebillas o botas.
Esta
moda, coexistió con el estilo goyesco
hasta mediados del siglo XIX, y convivió con los estilos posteriores y su
transición. Sin olvidar, que el vestuario pasaba de la aristocracia al pueblo y
viceversa. Si bien, los nobles podían disponer de cualquier tipo de prenda en
boga con todos los adornos que creyeran oportunos o sin ellos, mientras que el
pueblo optaba a ella con sencillez. Como ejemplo de opulencia, el retrato contiguo…
La Familia de
Carlos IV por Francisco Goya (1800). Las damas portan
vestidos de estilo imperio con todo
lujo de detalles y sobre adornos. Los caballeros lucen un estilo mixto de
calzón corto sobre medias, tipo goyesco o
majo, con chaquetillas asimétricas; cortas por delante y largas por detrás
que evolucionarán hacia las levitas románticas.
En
España, el estilo que predominó desde mediados del siglo XVIII a principios del
XIX, fue el estilo goyesco; representativo
de Goya. Popularmente conocido con el nombre de estilo de majas y majos, por extensión del concepto “guapura”.
Dicho de otra forma, el pueblo deseaba vestir bien y verse favorecido. Por este motivo, adaptó formas y maneras de
la moda aristocrática anglo-francesa. Inicialmente, al alcance de las criadas,
costureras, bordadoras, cocineras y demás servidumbre de la clase pudiente que
acomodó a sus vestidos tradicionales las nuevas tendencias. Una muestra de la
fusión de estilos…
El Quitasol por Goya (1777). Escena costumbrista de galanteo donde una joven,
vestida con el estilo afrancesado de la época, es agasajada por un mozo vestido
de majo sujetando el quitasol. Lienzo
indicativo de la convivencia entre los diferentes estilos y la evolución de la
moda, desde la vestimenta europea al majismo
español.
La
moda goyesca ha quedado plasmada para la posteridad en casi toda la obra de su
precursor como vemos en muchas de sus obras…
El Cacharrero por
Francisco Goya (1779). En este lienzo vemos otra escena costumbrista, en las
que se reflejan las diferentes clases sociales. En primer plano, y según
mención del propio autor, un “valenciano” vendiendo una vajilla a un grupo de
mujeres. En segundo término, una carroza con lacayos y demás servidumbre,
transportando a una dama adinerada.
El
valenciano que Goya representa, viste chupa sobre camisa de mangas afaroladas,
calzón corto, medias, ligas, espardeñas,
barret y montera.
La
mayor impulsora de la moda goyesca entre
la nobleza, fue Doña María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, XIII duquesa de Alba, que posó para el
artista en numerosas ocasiones. Ella potenció el “majismo” en las altas
esferas. Cuenta la leyenda que la aristócrata sentía
atracción por toreros y demás hombres de una condición social inferior, y que
en sus salidas nocturnas, vestía de maja para deleitarse
con animaciones prohibidas para los nobles.
La Duquesa de Alba y la beata, por Francisco de Goya (1795). El cuadro representa a la Duquesa de Alba asustando a
Rafaela Luisa Velázquez, una de sus camaristas conocida con el sobrenombre de La Beata.
El traje de la duquesa porta adornos de estilo tapicero o isabelino, similares a los trajes de los rejoneadores
actuales. Sin embargo, el largo de su falda tiene reminiscencias del postrero estilo imperio con su estilizado vuelo y
su extremada largaria, pese a presentarse con talle a la cintura. Sorprende el
barroquismo de los hombros en oposición a la estrechez restante de la manga.
Por otro lado, como emblema del atuendo del pueblo, sobrio y atemporal,
aparece la figura La Beata con el mandil de doble cara y la cofia anudada al
cuello.
Al fallecer el Duque de Alba en 1796, su
esposa se trasladó a Sanlúcar de Barrameda para guardarle luto durante un año.
Goya se instaló en dicha localidad por un tiempo, realizando una amplia
colección de dibujos. En alguno de ellos, aparece la duquesa ligera de ropas… lo
que sirvió como base para propagar diferentes habladurías y para descubrir la
ropa interior de antaño. Está claro que entre ellos, cuanto menos, existió una
relación amistosa.
La Duquesa
de Alba peinándose,
por Francisco
de Goya (1797). En este retrato a plumín del maestro, distinguimos las enaguas
y camisolas interiores que utilizaba la nobleza de aquellos tiempos.
La Duquesa de Alba de Maja, por Francisco
de Goya (1797). En este hermoso lienzo aparece la duquesa vestida con la moda
de la época, imitando el vestido popular de maja
pero con tejidos ricos. El vestido es negro y lleva un fajín rojo, prenda emblemática
de dicho vestuario. Lo extraordinario de la escena, es la belleza de la modelo,
vestida de luto en contraste con el retrato anterior en el que lucía tonalidades
fuertes.
Si nos
ceñimos a Valencia, una de las provincias más interesadas en promocionar las
nuevas tendencias de la moda europea. Diremos que el estilo imperio solo tuvo acogida entre la sociedad privilegiada.
El pueblo había descubierto la manera de engalanarse, y estos nuevos trajes no
tuvieron demasiada aceptación.
Un
pensamiento: “la simultaneidad y
combinado de distintas modas a lo largo del tiempo, son necesarias para comprender
la evolución de nuestra indumentaria”.
Y esto es todo por esta semana. Voy a tomarme unas
vacaciones para recoger información. Desconozco cuándo volveré a colgar una
nueva entrada. Quizás en siete días, o tal vez el mes próximo. Un abrazo y
muchas gracias.
©Marian Genovés
Mayo 2015
Fuente:
La evolución de la indumentaria
valenciana desde finales del siglo XVIII a nuestros días, parte II, Llibret de la Falla
Mocador de Sagunto, 2009. Por Marian Genovés. Imágenes tomadas de la red.